La querida de Flujanz, conocedora de las inclinaciones pervertidas de su amado, se encontraba, digamos que algo excitada y decidió escribirle también unas cuantas líneas calientes a su correo electrónico:
“Mi amor, qué falta me haces. Estoy sudando por ti. Te cuento que me he puesto una faldita de esas que te gustan, bien al cuete para que me veas el potito, todo duro y paradito. Ahora que estoy sentada en el borde de mi cama, ay, no tienes una idea de cuánto deseo que me chupetees. Amo tus besos, tus caricias. Ven, mi Cuchicuchi, que me estoy derritiendo, siénteme, manoséame por aquí y los muslos con tus manos recias. ¡Así, así!... ¡Ay, qué rico! Ahora bájame el calzoncito y sóbame la chuchita, ¿sí? ¿Te gusta, mi amor?... Huélemela ahora y dime a qué sabe, ah. ¿Quieres que abra más las piernas? Mmm, cómo siento tu lengua en mi clítoris, muerde mi campanita, tilín, tilín. Así, así, no pares... ¡Ay!¡Au! Suave, despacito, mira que se ha puesto rosadita y puntiagudita, como a ti te gusta, ding, dong, tilín, tilín. Pasaré ahora mi mano por tu pantalón, ¿ya?¿Pero qué cosa tenemos aquí? Está durito y crece, a ver, a ver... ¡Dios me libre!, pero si se te ha puesto enorme, bella. ¡Tremendo pichulón! ¿Te la voy a chupar, sí?... Amor, por favor, escríbeme cuanto antes, ya. Te quiero, tu Lolita.”
Seguidamente, Flujanz leyó también el correo de su jefa, la Doctora Pudor Recato: una mujer de casi setenta años de edad, extremadamente conservadora y devota a propagar siempre las buenas costumbres entre su personal.
“Estimado señor Flujanz:
Usted que siempre escribe tan bien, no sé si nos podría ayudar con la redacción de un pequeño articulito, cortito nomás (no más de 400 palabras), sobre ética para nuestro mural de la cafetería. Cualquier duda o consulta que tenga le pediría por favor que me llame nomás. Agradezco de antemano su valiosa colaboración, mis cordiales saludos,
Doctora Pudor Recato
Gerente General”
Flujanz, como era de esperar, escribió primero la respuesta a su amada:
“Oye, mi perrita, así me gusta que me escribas. Por ti soy capaz hasta de corrérmela ahora mismo. ¡Mmm, qué rico!... Ya me estoy imaginando oler esa rica conchita tuya. Claro que me gustaría meterte la mano, y no solamente eso, cariño, te la metería también por el culo hasta con caquita. Ya vas a ver, jadearás de placer. ¡Uy, qué delicia!, sobándote la campanita de tu chuchita, toda rosadita y lamiéndote esa zorra peluda hasta sacarte todo el juguito. ¿Si quieres te orino también encima? Mi amor, te juro que en este momento se me ha puesto palo. No en serio, espérame entonces calatita en la cama a las seis y con las piernas bien abiertas. Tu esclavo Cuchicuchi.”
Por infortunio, en un momento de confusión y desorden, Flujanz envío por equivocación este mensaje no a su acalorada amante, sino a su jefa, la doctora Pudor Recato. Una hora después, recibió la siguiente contestación:
“Señor:
¡Qué atrevimiento!¡Con quién cree que está usted tratando!... Insolente, porque para escribir semejantes asquerosidades pornográficas hay que ser verdaderamente enfermos. Es usted un desequilibrado, un monstruo. En este momento queda usted despedido y, por favor, no quiero que nunca más pise el recinto de esta digna oficina. ¿Me entendió? Mi abogado ya le enviará los papeles a su domicilio. Un consejo: visite mejor a un psiquiatra.
Doctora Pudor Recato
Gerente General”
Publica Flujanz