Mis queridos parroquianos y amigos todos: Como ese difícil arte que es la escritura no puede ir nunca divorciado (al menos, para mí) de la música, ni menos con todo lo que tenga que ver con la percusión (mi segunda otra gran afición), ya que me sirve a veces de desfogue como para volver a cargar luego con más fuerza y energía mis escritos y así librarme de esos horribles bloqueos literarios, esta vez más bien he aprovechado que vino mi hijo Diego a visitarme, para grabar también juntos en mi estudio (él con el bongó y yo con las congas), una pequeña pieza rítmica que preferiría mejor llamarla movida cadenciosa; y así inspirarme también con un pequeño verso que yo mismo he compuesto y encima lo recito, o, mejor dicho, trato de hacerlo tal como lo cantaría también ese gran maestro peruano de décimas, el inconfundible y muy recordado Nicomedes de Santa Cruz.
Con la conga y el bongó
(Lírica, Frederic Luján)
Señoras y señores,
ho, ho, ho... Ha, ha, ha…
Con el bongo bon-gó y conga con-gá
se puede, se puede hacer milagros.
Ayayay, cómo les pica la mano.
Sí, señor. Milagros se pueden hacer que,
con mi mano en la con-gá,
acompaño la tum-bá.
Y con los dedos del otro,
he, he, he…
hace flores con el bongué.
Tocando y tocando siempre juntos,
cerrado y abierto,
pues no hay tono que desentone,
ni hembra que aguante.
Ha, ha, ha... He, he, he…
Padre o hijo, bongo o bonguito,
qué lindo ahí,
cómo les pica la manito,
que son también igualitos.
Toquen y toquen siempre, que,
con la conga y el bongó,
se pueden hacer milagros.
Milagros se pueden hacer,
con la conga y el bongó.
Publicación Flujanz
Por © Frederic Luján Z.