SecuenciaSonar


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C O M U N I C A D O


A mi querido público de lectores y amigos todos, con este pequeño aviso, quisiera por favor que me disculpen pero por motivos estrictamente de tiempo y trabajo que lo necesitaría para terminar y concentrarme sólo en mi segunda novela, en mi blog Flujanz ya no publicaría más artículos ni trabajos literarios hasta durante un tiempo o mejor dicho nuevo aviso. Salvo las producciones musicales y vídeo-clips de SecuenciaSonar, que sí las seguiría divulgando y actualizando cada cierto tiempo en este mismo espacio, así como también en el siguiente link, www.reverbnation.com/secuenciasonar. Por otro lado, no se preocupen que, para todos mis amigos en Facebook y Twitter, seguiré también escribiéndoles como siempre.

En ese sentido, a todos mis fieles seguidores, amigos, lectores y conocidos todos, les pediría que durante este tiempo de ausencia tuvieran también algo de paciencia, que pronto, muy pronto estaría, como siempre, yo y mi excéntrico personaje Flujanz de nuevo con ustedes para seguir deleitando (a unos) o quizá aturdiendo (a otros) con más escritos y ocurrencias mías. Y, bueno, lo fundamental, de paso también ofrecerles, después de mi primera novela ¿Por qué a mí? que ya ha sido publicada también en dos ediciones (2003 y 2008, respectivamente), mi otro gran segundo intento de ficción literaria o, si quieren, llamémoslo una otra historia de esas entripadas mías.


FREDERIC LUJÁN ZEISLER


Alemania, miércoles, 20 de marzo de 2013

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Friday, March 07, 2008

Denuncia por teléfono


No es la primera vez que le sucede, pero esta vez Flujanz, muy mortificado, quiere dejar asentada su queja en la Oficina Central de Defensa al Consumidor:

“¿Aló?... ¿Con la oficina del consumidor?”
Silencio en la línea.
“¿Cómo dice?”, carraspea al rato un tipo con voz aguardentosa al teléfono.
“Este, ¿acaso no es la oficina del consumidor -indaga Flujanz-, es que quiero denunciar algo?”
“No, aquí no es. Si quiere denunciar algo, pues llame entonces mejor a la comisaría de su distrito, señor.”, contesta el tipo amargo, como si le hubieran quitado un minuto de su valioso tiempo.
“Hm, pero no puede ser, si aquí en la guía telefónica dice: Oficina Central de Defensa al Consumidor.”
“Ah, sí, acá es. Hubiera empezado por allí, pues, mister ¿Qué desea señor, en qué lo podemos ayudar?”
“Mire señor, este, perdón su...”
“Mamerto, me llamo Mamerto Huapaya, señor. ¿Y el suyo?”
“Flujanz.”
“¿Cómo dice?”
“Flujanz, así como se pronuncia, pero con zeta.”
Se escuchan risitas.
“Ajá, muy interesante. Menudo nombre que le han puesto, señor. Bueno, ¿qué cosa quiere?”
Silencio otra vez.
“Este, mire, señor Papaya, digo, Huapaya, yo compro arroz, mucho arroz y no es la primera vez que me sucede que viene con gorgojos.”
“¿Gorgojos? Entiendo, entiendo, o sea, que es usted arrocero. ¿Pero qué cosa quiere que haga?”
“Pues que me atienda esta queja registrándola como antecedente, eso es todo, señor Huapaya.”
“¿Pero solamente por unos cuantos gorgojos? Por qué no limpia mejor el arroz, lo cuela, y ya está, listo para la paella. Además, seguro que lo compra en bolsas de diez kilos para guardarlo luego en su despensa, hasta sabe Dios cuándo.”
“Oiga, señor, yo estoy hablando en serio, ¿o quiere tomarme el pelo?”
“¿Pelo?... Pues quién como usted porque yo lo he perdido desde que tenía veinte años. ¿Quiere que le diga una cosa?... La verdad que yo no estoy aquí para atender quejas sólo porque ha encontrado unos cuantos gorgojos, ¿no sé si me entiende?”
“La verdad que no, señor. Mire, esto lo del arroz, señor Papaya, para que lo sepa, no es la primera vez que me sucede.”
“H-u-a-p-a-y-a, es mi nombre, señor. ¿Está usted mal de la memoria?”
“Bien, señor Huapinga, Huapaya o como se llame, ¿qué tal si mejor me atiende de una vez, sí?”
“Ya, ya, y encima apuradito, no. ¿Sabe usted cuántas llamadas recibo yo diarias?... Como quinientas, pero la suya sobre esos insignificantes parásitos, ya es el colmo. Además, ésta es una institución seria y no un zoológico de bichos. Si por lo menos usted me especificara algo más sobre el producto, yo también podría atenderle mejor su queja.”Dice esto casi a gritos mientras revuelve bruscamente sus papeles.
“Sí, sí, claro, entiendo, usted dirá entonces.”
“Muy bien, creo que ya nos vamos entendiendo. Por ejemplo, ¿ese arroz suyo es chino, hindú, indonesio, vietnamita, tailandés o birmanito?... Datos, datos concretos son lo que necesito, señor.”
“Comprendo, bueno, lo único que podría decirle es que lo uso siempre para el arroz con leche.”
“¿Que lo usa para qué?... ¿Cómo ha dicho?”
“Que este arroz lo compro mayormente para preparar mi arroz con leche. Es bien rico, ¿usted también lo ha probado?”
“Oiga, pero qué ganas de joder. ¿Me está usted cojudeando o qué? Vaya entonces donde la negra Tomaza y no me chamulle tanto, que esa sí le cocinaría el mejor arroz del mundo y de yapa, usted que es medio dulcero, se comería también su buena mazamorra morada.”
“No, en serio, señor, es que es lo que me gusta comer mayormente.”
“Está bien. Tomaré entonces nota de que se trata del vietnamita pastoso, el mismo que usan para el Sushi. Espere un ratito que tengo que buscar los formularios, no vaya a colgar, ya.”
“Tranquilo, siga nomás que no hay apuro.”
El empleado abre y cierra sus cajones con mala gana; tira y desparrama los papeles.
“ Listo. Arroz vietnamita pastoso, ya apunté. ¿Dónde me dijo que compró el producto?”
“Aquí nomás, donde el chino Chang.”
“¿Usted dirá el supermercado Chang?”
“Sí, sí, eso mismo.”
“Ya. Supermercados Chang. Lo he subrayado todavía con tinta roja. Claro, como no, si esos chinos pulperos son unas mierdas, compran casi todo ya adulterado de Tailandia. ¿Por qué no va mejor a Santa Isabel que sus productos son más garantizados? Siguiente pregunta: ¿el arroz que usted compra se trata del grano largo, grano medio, vaporizado, grano redondo, salvaje, basmati o integral?”
“No sé, qué voy a saber.”
“Usted no sabe nada, carajo. Parece que no me entiende o se ha olvidado de limpiar los oídos: ¿Si usted no me da los datos, cómo voy a registrar su reclamo?”
“Bueno, bueno, tómese mejor las cosas con más calma, señor. No estoy muy seguro pero creo que se trata del redondo.”
“Ya. Redondo entonces. ¿Calidad extra, de primera o de segunda?”
“Depende, es que yo me fijo mayormente en el precio.”
“¿Precio? ¿Ha dicho usted precio?... Allí está pues el problema, señor, seguro que usted por ahorrarse unos centavitos compra él más corriente que no sirve ni para alimentar a los gallinazos.”
“No, nada que ver, al contrario, me gusta comprar siempre el más caro. La bolsa de un kilo me cuesta como cinco Soles, señor.”
“Ya. Buen dato. Apuntaré entonces calidad Premium.”
“Sí, sí, claro, debe ser ese.”
“¿En la bolsa, qué código de colores aparece?”
“¿Color? ¿Código?...¿De qué me está usted hablando, señor Huapaya? Creo que usted ya me está pidiendo mucho. Qué voy a saber, pues, señor, si yo no trabajo en el supermercado.”
“Cómo que no sabe, si ese dato es importantísimo.”
“Le repito señor, desconozco de esos detalles. Además, con tantas marcas y productos nuevos que siempre ponen en las góndolas, qué me voy a acordar pues.”
“Con razón. Seguro que también hace lo mismo con las otras cosas que compra siempre. Es usted igual que mi suegra, un volado de primera.”
“Oiga, señor, por favor, un poco más de respeto. ¿Con quién cree que está usted hablando?”
“Con usted, pues, señor Flujanz.”
“Sabe qué, mejor concluyamos esta conversación aquí nomás.”
“¿Ah, sí?... Pero si recién empiezo con el informe, me falta todavía apuntar todos sus datos personales, señor.”
“¡VETE MEJOR A LA MIERDA, CARAJO!....”, y cuelga el teléfono de tal manera que el auricular sale disparado por la ventana.




Publicación Flujanz



3 comments:

Anonymous said...

...Buena, buena, muy pero muy buena!!!

Anonymous said...

¡Wow! La verdad es que no sé si voy a poder esperar... supongo (es mucho suponer, aunque las cábalas matemáticas pertinentemente realizadas indican que voy por buen camino) que tras ese atractivo pseudónimo se esconde la personalidad de Frederic Luján, justo como se llama usted o, al menos, quien escribe ese mensaje (Flujanz; efe de Frederic, lujan de Luján y la z de zoquete; pero ya les digo que no estoy seguro del todo).

Mordaz, directo, irreverente, cumplido, insensible... no sé a qué espera Globomedia para contratarle como guionista; y tampoco comprendo el sentido de lo que ha sido mi vida hasta ahora, momento en que Flujanz ha irrumpido en ella.

Lo que tengo claro es que sí, quiero entretenerme un poco con este ocurrente personaje. Si es tan imbécil como aparenta ser, creo que nos vamos a divertir todos.

Hala, venga.
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Todo lo que me gusta es ilegal !!

Anonymous said...

Me he reido mucho, gracias por poner en internet estas cosas para todos. Reírse es una de las cosas más saludables que hay: hasta contra el cáncer y el miedo al dentista: sí, sí, como lo oyen todos, como uno se acostumbra a mover la mandíbula, entonces en el dentista todo resulta más fácil para nosotros, para el dentista ni idea, ya he conocido a algunos a los que les fantan dos o tres dedos por coger cangrena, ! con tantos mordizcos.! (No lo sigan diciendo por ahí pero todos han sido mis dentistas)

Zulia